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Impacto emocional de un trasplante de médula

2 de julio, 2024

Como hemos comentado, la afectación física que el tratamiento puede producir y la cautela que ha de mantenerse en cuanto a los contactos sociales suelen hacer necesario que el paciente limite su actividad y su vida social. Este hecho, además de la propia enfermedad, puede impactar en su bienestar emocional de diferentes formas. Así, en este proceso es habitual que aparezcan las siguientes emociones y reacciones:

- Bajo estado de ánimo: el paciente puede sentirse triste, decaído y apático. Es normal que esto ocurra por múltiples motivos: puede que no se encuentre bien físicamente, no pueda seguir su actividad habitual, haya visto interrumpida su rutina y sus proyectos vitales, tenga miedo y esté preocupado por la enfermedad, haya tenido que reducir sus contactos sociales, etc. Además, dicho estado de ánimo puede verse aún más alterado si la persona ha de estar completamente aislada, ya que en esta situación, sus posibilidades de distraerse y realizar actividades que le resulten gratificantes están todavía más limitadas.

- Miedo: es una de las emociones más frecuentes a lo largo de todo el proceso oncológico. Puede hacer referencia a múltiples aspectos: miedo a morir, al dolor, al sufrimiento, a no valerse por uno mismo, a que el tratamiento no funcione, etc. En este caso, es frecuente que también que aparezca el miedo al contagio.

- Preocupación recurrente: es normal que la persona piense de forma frecuente y constante sobre su situación, las posibles implicaciones que puede tener, su futuro, cómo puede afectar a su familia, etc. Tratar de no centrarse en esos pensamientos es un proceso que puede resultar difícil, ya que suelen aparecer de forma automática. Dicha preocupación suele ser mayor si existe mucha incertidumbre e inseguridad.

- Ansiedad: tanto el miedo como la existencia de pensamientos recurrentes acerca de la enfermedad pueden favorecer la aparición de sintomatología ansiosa.

- Ira, irritabilidad: es habitual que el paciente se sienta enfadado e irritable, especialmente si se encuentra mal físicamente, está muy asustado o se siente incomprendido. Dicha irritabilidad puede generar conflictos con las personas de su entorno, lo que a su vez puede entorpecer la obtención de ayuda y apoyo por parte de estas.

- Aburrimiento: es frecuente, sobre todo en el proceso de aislamiento, que el paciente se encuentre aburrido, ya que su estado físico, el hecho de tener que permanecer en una habitación y tener que reducir mucho sus contactos sociales, limita en gran parte sus posibilidades de estar distraído y entretenido. Esto a su vez puede impactar negativamente en su estado de ánimo y aumentar su irritabilidad.

- Incomprensión, soledad: es frecuente que el paciente sienta que los demás no comprenden su sentimientos y preocupaciones. Esto puede ocurrirle incluso con las personas más cercanas ya que, aunque probablemente también se vean afectadas por su proceso, no lo estarán viviendo de la misma manera. En este sentido, es normal que se sienta solo. Todo ello puede hacer que inhiba su expresión emocional, dejando de compartir cómo se siente o qué le preocupa.

- Problemas de sueño: el malestar físico, la preocupación recurrente, la ansiedad o el hecho de estar en un entorno extraño en el caso de estar hospitalizado, puede afectar al sueño, tanto a nivel de calidad como de cantidad. Es normal que al paciente le cueste quedarse dormido, se despierte varias veces por la noche o tenga la sensación de que su sueño no es reparador.

¿Cómo manejar el impacto emocional?

Obtener información

En muchas ocasiones el miedo y los pensamientos recurrentes acerca de la enfermedad aparecen porque existe mucha incertidumbre y falta de control. Una forma de tratar de manejar lo mejor posible esta situación es obteniendo información. Aunque nunca va a ser posible conocer con certeza cómo va a evolucionar la enfermedad, si va a funcionar o no el tratamiento, cómo va a ser tolerado o si va a ser necesario administrar otros tratamientos, es conveniente que trates de obtener información sobre estas y otras cuestiones que te pueden preocupar. Esto te permitirá corregir ideas erróneas, resolver dudas y ganar cierta seguridad.

La principal fuente a la que debes acudir es tu equipo médico, ya que son quienes conocen tu caso en profundidad y tienen más detalles acerca tu estado de salud, de manera que pueden hacer una predicción más ajustada. En el caso de utilizar internet, es importante que acudas a fuentes fiables, como sociedades científicas, artículos científicos o materiales elaborados por asociaciones que cuenten con el aval de organismos oficiales.

Además, es importante tener en cuenta que las necesidades de información son diferentes en cada persona y pueden variar a lo largo de todo el proceso de enfermedad. Por tanto, es fundamental tratar de recibir aquella que consideres capaz de tolerar y manejar y con la que te sientas cómodo. Hay personas que prefieren afrontar este proceso conociendo en detalle su proceso de enfermedad o lo que se puede esperar, mientras que otras prefieren no saber. Ambas posturas son válidas.

Expresar emociones

Las emociones son reacciones automáticas. No puedes pretender no tenerlas ni tampoco evitarlas. Tratar de hacer esto resulta disfuncional, ya que lo que se consigue realmente es aumentar su intensidad y el malestar que generan. Por ello, lo recomendable es que intentes aceptarlas y te permitas sentirlas y expresarlas.

Existen diferentes maneras de expresar emociones. Una de las principales es la ventilación emocional con otras personas del entorno. Es decir, compartir con los demás cómo te sientes y qué te preocupa. En ocasiones, puedes intentar bloquear esta expresión con la intención de proteger a los demás. Por ejemplo, puedes no llorar o no mostrarte triste o angustiado delante de tus seres queridos para tratar de no preocuparlos. Aunque esto es perfectamente normal y denota que hay un interés genuino por su bienestar, puede dificultar la gestión de esas emociones, tanto la tuya como la suya, ya que ellos pueden estar experimentando emociones similares que no quieran compartir por temor a no generar en ti un mayor malestar o preocupación. Si esto ocurre, estaréis pasando por experiencias similares sin poder ofreceros el apoyo mutuo que necesitáis al no permitiros expresaros.

Además de esta forma de expresión emocional, existen otras, algunas de ellas de carácter más privado. Por ejemplo, puedes escribir sobre tus emociones y preocupaciones, utilizar la pintura, la música o el movimiento corporal.

Buscar apoyo y expresar necesidades

Contar con el apoyo de personas significativas o que están pasando por una situación similar, como otros pacientes, es algo que te puede ayudar a afrontar este proceso. Aunque es normal que quieras tener momentos para estar solo, es recomendable que también dediques parte de tu tiempo a estar con otras personas. Esto a veces puede no ser posible por el aislamiento o las precauciones que has de seguir en cuanto a las relaciones sociales. En este caso, puedes tratar de mantener el contacto a través de otros medios, como el teléfono o las videollamadas. Si no cuentas con dicho apoyo, es recomendable que trates de buscarlo. Puedes buscar ayuda en asociaciones de pacientes o hablar con tu equipo médico sobre ello.

En la obtención de ayuda y apoyo, es importante que expreses cualquier necesidad que tengas. Con frecuencia esto no sucede porque interpretamos que los demás deben saber o intuir qué es lo que nos hace falta. Sin embargo, esto no tiene por qué ser así. Es recomendable que te comuniques de forma asertiva para expresar qué necesitas o cómo se te puede ayudar. De esta forma, tú podrías beneficiarte de esa ayuda y la otra persona podrá cumplir de manera satisfactoria su deseo de apoyarte.

Realizar ejercicios de control de la respiración/mindfulness

Hacer ejercicios de control de la respiración, como la técnica de respiración diafragmática o de visualización, y prácticas basadas en el mindfulness, como el body scan o alguna meditación sencilla, te puede ayudar a manejar el malestar físico y emocional. Estas actividades permiten, por un lado, reducir el nerviosismo que se puede estar experimentando a nivel físico, y por otro, desviar la atención de los pensamientos que están generándote angustia o ansiedad y de las sensaciones corporales que resultan desagradables, como el dolor o las náuseas. También puede facilitar el sueño.

Pedir ayuda

Aunque las estrategias anteriores pueden ayudar a manejar los diferentes problemas psicológicos derivados del trasplante, es posible que no sean suficientes y que, a pesar de tratar de ponerlas en práctica, sigas experimentando un malestar importante que afecte a tu funcionamiento y calidad de vida. Si es así, es recomendable que busques ayuda especializada. Puedes transmitírselo a tu equipo médico para que ellos puedan valorar si has de ser derivado al servicio de salud mental o de psicooncología, si existiera y estuviera a tu disposición. También puedes buscar ayuda en asociaciones de pacientes. Muchas de ellas cuentan con psicólogos especializados.

Reconocer que necesitamos ayuda y dar el paso de pedirla es algo que con frecuencia suele costarnos, ya que solemos interpretar esto como un signo de debilidad o de falta de valentía. Sin embargo, es normal necesitar ayuda cuando se está conviviendo con un proceso como este, ya que son muchas las dificultades que se han de afrontar y los cambios que se experimentan en las diferentes esferas de la vida.

M-ES-OHD-2400051 Fecha de preparación: Julio 2024